RENACE
INFORMA
Red Nacional de Acción Ecologista de la
Argentina
17
de marzo 2012
EL GEN MÁGICO
¿Y después
qué?
Se ha anunciado con bombos y platillos el descubrimiento de un gen
que confiere resistencia a la sequía y se lo señala como un éxito científico
tecnológico argentino.
Se trata de una investigación realizada en conjunto por la
Universidad del Litoral, el Conicet y la empresa Bioceres. Este descubrimiento
cuenta con todo el apoyo del gobierno nacional a través del Ministro de Ciencia
y tecnología Lino Barañao y por supuesto también de nuestra presidente Cristina
Kirchner. La empresa Bioceres tiene como uno de los
principales accionistas al rey de la soja Gustavo Grobocopatel. Estamos,
entonces, en presencia de una alianza entre el Estado Argentino, nuestro
Gobierno Nacional y uno de los máximos sojeros del mundo. También es importante
recordar que Bioceres fue fundada por Víctor Trucco, ex presidente de AAPRESID
(Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa), entidad encargada de
distribuir soja transgénica en todos los comedores infantiles y de
familias hambrientas en plena crisis del 2001 agravando aún más la situación de
desnutrición y que además fue la entidad utilizada para difundir y
consolidar el paquete tecnológico de Monsanto no sólo en Argentina sino en toda
Latinoamérica.
Pero más allá de estas cuestiones no menores, es
interesante analizar el pensamiento que lleva a nuestro Estado y Gobierno a
defender estas posturas. Ese pensamiento cortoplacista, que sólo busca dominar a
la naturaleza. Este pensamiento incapaz de convivir con los ciclos naturales y
que por lo tanto busca “hacerlos desaparecer” con un razonamiento lineal,
simplista y además totalmente superado por las evidencias científicas y por la
debacle ecológica que se observa en el mundo.
Evidencias científicas que han provocado que las grandes
corporaciones del campo abandonen sus experimentos transgénicos en
Europa y se trasladen a nuestros territorios por el masivo rechazo
que los alimentos y experimentos transgénicos provocan en la población de
aquellos lugares.
Debacle ecológica que se refleja crudamente en los más de 1000
millones de hambrientos que tiene el mundo, en la brutal pérdida de
biodiversidad y en el cambio climático provocado por la acción del
hombre.
Lo peor es que ya casi no tiene sentido advertir a nuestros
dirigentes políticos sobre las consecuencias nefastas que tendrá este
experimento argentino transgénico porque en realidad ellos ya lo saben y aún así
lo festejan. Ellos están convencidos de que el progreso y “lo moderno” pasa por
acercarse lo más posible a este tipo de experimentos y tecnología mal llamada
“de punta”. Y hasta admiten que las consecuencias negativas que puede
tener el hecho de pertenecer a este “modernismo
tecnológico“ son las habituales y lógicas para estos
tiempos. Ocurre con la minería a cielo abierto, con las fumigaciones, con la
ganadería intensiva, con la contaminación del agua, con la explotación del
petróleo, con la energía nuclear y también con los
transgénicos.
La misma presidenta dijo en forma casi
textual en diálogo a través de una teleconferencia con Capitanich, gobernador
del Chaco, lo siguiente:
“Con este nuevo descubrimiento vamos a tener que profundizar la
Hidrovía, hacer más de todo ésto para poder sacar los granos transgénicos
resistentes a la sequía que se sembrarán en esos lugares”.
Se refería nuestra presidente al proyecto IIRSA, diseñado, pensado
y financiado por el Banco Mundial para transformar nuestros ríos en autopistas
que permitan entrar con barcazas y barcos cada vez de mayor calado y llevarse
todo (tal cual lo hicieron los ingleses con las vías férreas).
Este descubrimiento transgénico nos hará cada vez más dependientes
de los mercados globales, la frontera agropecuaria se extenderá aún más,
arrollando montes y selvas, expulsando pueblos originarios, pequeños productores
y cuanto encuentre a su paso. Sojas y maíces resistentes a la sequía se
transformarán en agrocombustibles que alimentarán el consumismo del primer mundo
y el de las clases altas de los mal llamados ”países emergentes”. El gen contra
la sequía se insertará en unos pocos cultivos patentados aumentando así la
pérdida de biodiversidad y bajando la calidad y variedad de los alimentos que
consumimos. El escaso agua que caiga en esas zonas secas será captado por los
organismos genéticamente modificados resistentes a la sequía
impidiendo la recarga de los acuíferos y que se acumule en el
suelo.
Los desmontes y la aplicación del modelo
tecnológico de agricultura industrial en zonas secas completarán
el panorama y agravarán el cambio climático provocando sequías cada vez más
intensas y hambrunas mayores.
La pregunta es ¿y después qué?
Y es difícil dar una respuesta.
El ser humano podrá seguir realizando experimentos y
descubrimientos increíbles, casi de ciencia ficción, pero si no se atacan
las verdaderas causas del hambre en el mundo todo lo que se haga será
para peor o en el mejor de los casos de duración efímera. Y el hambre en el
mundo es consecuencia de un modelo globalizado que estalla por distintos lados
porque no es real, es virtual, antihumano, anti ecológico, insustentable e
injusto.
Hoy hay más de 1000 millones de hambrientos en el mundo y sin
embargo se tiran a la basura según la FAO 1300 millones de toneladas de
alimentos por año. Si no actuamos ahí, sobre este modelo, no habrá tecnología
que nos salve ni gen que se introduzca en seres vivos que produzca “el
milagro”.
El respeto por la naturaleza, una vida más armoniosa con lo
natural, el fin del consumismo y del despilfarro, encontrar el
sentido de nuestra existencia en la tierra pueden ayudarnos a cambiar, pero todo
éso es, sin dudas, mucho más difícil y revolucionario que
descubrir un gen, insertarlo en otro ser vivo, patentarlo y hacer un gran
negocio.
ECOS DE SALADILLO
Contactos:
Ing. Agr. Gabriel Arisnabarreta
(02344.453202)
Eduardo Muñoz (0221.154598180)
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